Lo partidos han vivido hoy su “jornada de reflexión”, pero no han estado solos: las charlas, las caras, los comentarios de la gente, me hacen darme cuenta de que el país entero reflexiona hoy. Yo, desde luego, que tuve un sábado demasiado ajetreado como para reflexionar, lo he hecho a lo largo de este día. Y es que no es para menos.
Por un lado, en Castilla-La Mancha sigue Barreda (PSOE) a la cabeza. Pero por otro, en las capitales de Guadalajara y Cuenca ha ganado el PP, aunque en la mayoría de los municipios de ambas provincias el PSOE tenga mucho más peso. Antes de que alguien pueda pedirme cuentas, las doy haciendo referencia a las cifras que aparecen hoy en La Nueva Alcarria: en toda la provincia de Guada el PSOE obtiene 608 concejales, el 43% de los votos. El PP obtiene 425 con el 42%. Sin embargo, ambos obtienen 12 diputados….Supongo que aquí tendrá algo que ver el famoso e incomprendido D’Hondt y su famosa ley de reparto de escaños…Los que no levantan cabeza son Izquierda Unida, con solo 20 concejales y 1 diputado. Aun así van a ser clave para que el PSOE pueda gobernar en la diputación provincial….pero todo esto se puede leer en cualquier periódico. Lo que me pregunto es ¿¿por qué las ciudades votan al PP y los pueblos votan – por lo general- más al PSOE??
Pareja vota al PP, que ha vuelto a ganar con unos 280 votos frente a 160, si la memoria no me falla. Cuando fui a votar ayer (y como el voto es secreto, ahí lo dejo de momento) me pregunté cuánta gente vive en el pueblo, quién está empadronado, quién votará a quién…porque votar en un pueblo es muy diferente a votar en una ciudad como Madrid. En un pueblo se conoce a los candidatos, hacia los que se tiene por lo general un aprecio de buena vecina y a quien no se desea ningún mal…pero la decisión política es diferente. No obstante, parece ir mucho más ligada a la persona que en unas elecciones a gran escala. Y es que recuerdo aquella novela de Delibes, El disputado voto del Señor Cayo, que fue luego llevada al cine por Antonio Giménez Rico, en la que representantes de una agrupación política (Juan Luis Galiardo y Lydia Bosch) visitan a un hombre en un pueblo prácticamente abandonado, el Señor Cayo (Paco Rabal), para pedirle su voto. Salvando las grandes distancias que separan a Pareja de un pueblo como el de la novela, el voto en algunos pueblos pequeños se pide más o menos así: los candidatos y simpatizantes te visitan en casa y hablan contigo. ¿Interesante, no? Es como la versión de lujo de las 100 preguntas a Zapatero y Rajoy. Pero también hay que saber discutir mirando a la gente a los ojos…Cuando vino a verme uno de los partidos en cuestión yo estaba fuera. Por un lado lo sentí, porque perdí la posibilidad de conversar con ellos de verdad sobre su visión política. Por otro…
Para votar en Pareja es obviamente necesario estar censado en el pueblo. Independientemente de las elecciones, no sé cuántos vivimos aquí. Tarjetas de la Seguridad Social hay 350, incluyendo pedanías y urbanizaciones. No son muchas, lo que hace que los servicios de que dispone el pueblo tampoco sean abundantes: un médico para tres o cuatro pueblos. Pero en verano hay unas 700 personas en Pareja. ¿Dónde votan? Y, si votan en Pareja ¿en qué criterios se basan?
Más reflexiones: Dice la gente que en el pueblo es mucho más fácil votar, porque ves lo que sucede. Y es verdad, pero solo en parte, claro. Porque ves lo que se ve, pero no lo que se esconde tras eso que se ve. Si no preguntas, no sabes cuál es la política social de un partido u otro, por ejemplo, porque eso no aparece en los periódicos. Y preguntar significa implicarse, adoptar una actitud activa, motivada…
En definitiva, estas elecciones municipales han lanzado una gran cantidad de nuevas preguntas, diferentes a las que lanzan las elecciones en la capital, y que habrá que ir contestando a lo largo de los próximos años. Como siempre, me interesan más las preguntas que las respuestas que estas puedan tener, porque las primeras son más duraderas, más reales que las segundas, que cambian según quién las dé y en qué momento lo haga. Lo dicho, toda una jornada de reflexión.
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