La entrada de hoy se la dedico a este material, que ha acompañado mi visión del sur de Guadalajara y la serranía conquense desde que llegué. La imagen de la fotografía es habitual en esta época, en las que el mimbre se pone a secar. Estos haces están en Priego, pueblo de la sierra conquense, que, al igual que Pareja, destacó en su día por su producción en este material. Hoy ha perdido toda su importancia y tiene un carácter más pintoresco, más turístico. ¿La razón? De nuevo una faceta más del éxodo rural y de los profundos cambios a los que se ha visto sometida esta región.
Una de las pocas personas que aún se dedican al mimbre en Los Lagos es Teodoro, hoy jubilado, pero con sus convicciones de izquierdas intactas, como se comprueba tras charlar un rato con él. Vive en Durón, y al pasar por la carretera hacia Madrid se le ve siempre trabajando en su huerto. Activo y despierto como si tuviera veinte años menos, habla con gusto de pasado y presente, de los nuevos vecinos y los exiliados, de los que están y se han ido, de la zona y los países lejanos que ha visitado. Hace unos meses me contaba la historia del mimbre: antes él tenía su negocio, que funcionaba muy bien; pero con el tiempo, los precios de la producción española no han podido competir con los de Asia. “Un cesto de mimbre de China cuesta menos que la materia prima de aquí”. Nos suena, ¿no? Es el caso del mimbre, de la producción textil, de los juguetes, los aparatos electrónicos… Yo le encargo tres cestos, que puedo ir a recoger en unas semanas. De vez en cuando, cuando me veo obligada a meterme en el infierno de Ikea, veo los cestos, efectivamente muy baratos, y me acuerdo de Teodoro y de los haces de mimbre de Priego. Y me alegro de tener mis cestos en casa.
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